jueves, 6 de septiembre de 2012

Pastelitos descontextualizados

"La propiedad particular es un fideicomiso ejercido en beneficio de la sociedad entera" -Ayn Rand


"El amor es más sabio que la filosofía, por sabia que esta sea, y más fuerte que el poder, por potente que sea este" -Oscar Wilde.


Dos frases, dos frases de menos de 140 caracteres. Susceptibles de tuitear. La primera por cualquier tuitero con ínfulas de activista político y la segunda por cualquier adolescente, independientemente del sexo o estudios que tenga. A fin de cuentas, la primera defiende el comunitarismo, la cooperación; podría ser la génesis de cualquier idea socialista. El progreso debe de servir al ser humano, y no al capital.
La segunda frase habla de la potencia del amor, no amor en un sentido humanista y altruista, o amor filial, sino al amor más explotado: el de una atracción y admiración hacia otro ser que, generalmente, conlleva el deseo de iniciar un proyecto común con esa persona. Un amor -no pienso divagar más, esto se merece otra entrada- explotado hacia la saciedad en novelas y películas, y que en la modernidad se presenta como la solución a todos los problemas.

Estas frases, tan bonitas, con palabras tan bien escogidas, cortas pero con gran potencia y capacidad de impacto en el receptor, están descontextualizadas. Como habéis leído, están fuera de su contexto, de su ser. En este caso, ambas pertenecen a unos diálogos. Toda frase está enmarcada en una obra, ya sea literaria, filosófica, religiosa, económica... que cumple su función en ella. Todas las frases, hasta las más insulsas, cumplen su función dentro de la obra, que es transmitir -o no- un mensaje.
He puesto estas frases de ejemplo porque la obra de la que proceden transmiten justamente los valores contrarios que puede transmitir la frase leída de forma suelta.
La primera frase pertenece, nada más y nada menos, a La rebelión del Atlas, una novela de Ayn Rand, filósofa conocida por defender el individualismo frente a la masa. Un individualismo que, por ejemplo, sirve de inspiración a Paul Ryan (El Mundo recoge la noticia, pero originariamente lo leí en el suplemento de economía de El País), que creo que no es precisamente un tipo que vaya a canalizar las ideas de Marx o Kropotkin si llega a la vicepresidencia del gobierno federal.
La segunda frase procede de El ruiseñor y la rosa, un cuento de Oscar Wilde (con un final un tanto misógino, todo sea dicho) que habla de la desesperanza y de la corrupción del amor en la vida moderna, puesto que estamos poseídos por la codicia y la competitividad. El dandy jamás pretendió, al menos en ese cuento, hacer apología del amor.

Todo esto viene propiciado por la frecuencia con la que veo que se citan frases (especialmente de género "amoroso-existencialista") totalmente sacadas de contexto y autor. Sartre, en La Náusea, hablaba de esta "filosofía popular", criticándola también, diciendo de ella que se pegaba como caramelos a la boca. Pues este tipo de caramelos están siendo constantemente tuiteados y puestos en muros y estados, junto con frases al estilo "la vida es...(inserte patochada verosímil)" y estadísticas de cómo "científicamente el amor es lo mejor que puede pasar" (que incluyen número de latidos durante el beso, conexiones neuronales al dar la mano, etc), sobre todo por @ifilosofía y @deboconfesarque (los dos más populares) para luego pasar a cuentas de todo Twitter recopilatorias de tuits populares. Luego, son retuiteadas por la inmensa mayoría de los contactos, y llegan a mi.
Con decir que no tengo que leerlos está bien, pero si luego comentas con alguien si de verdad cree en esas frases, o le suponen de verdad un soporte moral, la respuesta natural y obvia es que son "pequeñas enseñanzas que contienen grandes mensajes", a lo cual ya dejo de hacer comentarios.

Entrar en el campo de "qué es la Filosofía" es muy arriesgado (para algo el propio ser siempre está siendo puesto en duda por esta disciplina) pero, desde luego, estas frases andan muy lejos de Ortega, Nietzsche o Rousseau.
Por otra parte, dejo la labor interpretativa a los cientos de seguidores de estas frases. Quizás logren sacar, en una encomiable labor hermenéutica, más de lo que yo consigo ver, una serie de pasteladas y cursilerías. Es más, quizás se motiven y se pongan a leer a los autores citados.

Pero por favor, piensen qué habría sido de Marx, Nietzsche o Platón si se hubiesen dedicado a tuitear en vez de escribir sus respectivas obras. Piensen.

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